miércoles, abril 25, 2007

Sangre de Campeón: 12.-Un campeón se esfuerza por ser feliz

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Carlos Cuauhtémoc Sánchez
Sangre de Campeón
Novela formativa con 24 directrices para convertirse en campeón.
Ciudad de México
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Esa tarde, mamá regresó conmigo a la casa. Dormimos juntos en la cama de la habitación principal. Como un niño pequeño, lleno de amor y gratitud, me dejé abrazar por ella; sin embargo, en la noche la escuché llorar.

A la mañana siguiente desperté tarde; todo estaba reluciente. Mamá había limpiado la casa y preparado un sabroso desayuno.

- Buenos días –la saludé-. ¿por qué estás tan contenta?

- En realidad –contestó- anoche me encontraba triste. Vi tu cajita de madera y la abrí. Leí una de las tarjetas que había en el interior. Sentí mucha paz. Volví a dormir y ya no tengo miedo. ¿De donde sacaste esa caja?

- Una amiga me la prestó.

- Es muy hermosa. Ven. Mira lo que leí:

A veces, suceden cosas que no comprendemos, sin embargo, todo forma parte de un curso formativo.

La vida es como un escuela. Cada día se toman clases, se presentan exámenes y se exponen conocimientos. Como siempre, el estudio se aprovecha en la medida en que se disfruta.

Esfuérzate por sonreír, entusiásmate con las pruebas y las tareas. Haz cada instante un alegre reto.

Recuérdalo siempre: no importa lo que pase, no importa si el ejercicio que debes realizar es arduo, hazlo bien, gózalo y sé feliz... Sonríe a la vida. Tus problemas son pasajeros y tienen un propósito: que aprendas cosas nuevas y madures.

Es ridículo preocuparse por situaciones que no han ocurrido. Ocúpate sólo de este día: ¡Tienes algo que hacer hoy! ¡Hazlo con entrega y alegría! Si es diversión, diviértete. Si es estudio, estudia. Si es trabajo, trabaja. Si es servicio a los demás, sirve.

Posees las ramas y el poder para enfrentar el presente. Que no te atormente el futuro, pues en este momento, el futuro no existe; sólo existe este momento. Cuando llegue el futuro, ya no será futuro, será un nuevo momento presente y lo enfrentarás sin problemas.

Sé alegre. Procura estar contento.

Nada hay más desagradable que una persona triste.

No te atormentes con ideas dudosas sobre mañana. Jamás sufras por pensamientos como: ¿y si me va mal?, ¿y si se muere un familia?, ¿y si caigo enfermo’, ¿y si quedo inválido?

Recuerda que tu Padre Celestial controla el universo y para quienes lo aman, nada de lo que ocurre es dañino. Haz siempre lo mejor que puedas, y al fina, El siempre te bendecirá.

Mamá terminó de leer la nota.

- Voy a ir al hospital –me dijo después-, ¿quieres acompañarme?

- No. Prefiero quedarme aquí. Me portaré bien.

- De acuerdo Felipe. Confío en ti.

Cuando se fue, limpié las brochas y me dediqué a pintar la casa. Mientras lo hacía, me prometí que, cuando Riky estuviera de vuelta, me convertiría en su mejor amigo.

También recuerdo que pensé mucho en IVI.

El recuerdo de su bondad y de su belleza me llenaba el corazón. A mis doce años, jamás había tenido novia, pero solía enamorarme de chicas mayores que yo.

- ¡No! –me dije-, no estoy enamorado. Sólo es una buena amiga.

Casi terminé de pintar la fachada. Después de varias horas, limpié todo y salí de la casa rumbo a la escuela. Necesitaba hablar con IVI: Saber quién le había dado esa caja, y platicarle sobre la horrible visión que tuve cuando miré la sangre del señor Izquierdo.

Tomé la cajita de madera, la metí en una bolsa de plástico y la llevé conmigo. Después de caminar media hora, llegué a la escuela. Toqué el timbre y salió el conserje.

- ¿Qué se te ofrece? –me preguntó.

- Vengo a hablar con su sobrina, ¿la puede llamar?

El hombre me miró desconfianza. Pareció no entender.

- ¿A quién quieres ver?

- A su sobrina –repetí-. La conocí hace poco. Me prestó algo, -levanté la bolsa-, y vengo a devolvérselo.

- ¿Estás seguro?

Me hizo dudar.

- ¿Usted tiene una sobrina muy bella, como de dieciséis años, ¿verdad?

- Sí –contestó.

- ¡Pues yo hablé con ella la otra noche! Somos amigos.

- Qué extraño... Mi sobrina casi nunca sale de su cuarto.

- Me llamo Felipe Cepeda. Dígaselo, por favor.

- Déjame preguntarle si quiere verte.

Me pasé una mano por el cabello para acomodármelo.

Al poco rato, apareció el conserje acompañado de su sobrina. Un escalofrío me estremeció al mirarla. Era una chica jorobadita, de aspecto enfermizo y descuidado.

- ¿E... ella... es?

- Sí.

- Señor... ¡Yo busco a otra muchacha!

- Pues Rafaelita es la única joven que vive aquí...

- ¡No puede ser! El viernes me quedé en la escuela toda la noche. En la madrugada conocí a una joven...

Iba a decir: “muy limpia, con mejillas rosadas, pelo brillante y mirada dulce”, pero me detuve.

- El viernes en la noche – dijo el hombre con seriedad- , no había nadie aquí. Mi familia y yo dormimos en otro lado.

- ¡Señor! ¡Yo lo vi a usted en la mañana barriendo la calle! ¿Se acuerda? Cuando salí, le dije que le diera las gracias a su sobrina de mi parte.

Di un paso al frente como para reconocerme.

- ¡Con que fuiste tú quien me dio ese tremendo susto! Claro lo recuerdo. Saliste corriendo. Fui a investigar y encontré la oficina abierta. ¿Cómo la abriste? Yo mismo la cerré con llave antes de irme.

Las manos comenzaron a temblarme...

- E... e... estoy di... diciendo la... la verdad –tartamudeé-. Dormí adentro de la escuela el viernes. IVI me abrió la oficina –me detuve-. ¿Ustedes conocen a una chica llamada IVI?

Negaron con la cabeza.

- Jamás hemos oído hablar de ninguna persona llamada así.

- ¡Pero yo la vi! ¡Estuve con ella! Me abrazó. Me consoló. Me dio un vaso de leche, una almohada y una cobija.

- Muchacho, ¿te sientes bien? En la oficina no había vasos ni cobijas.

Cerré los ojos, aturdido.

- Entonces, señor ¿quién me ayudó a salir del sótano? ¿Quién me salvó la vida y... me dio... esta... caja?

- Tal vez lo soñaste todo –contestó el hombre sonriendo-, o viste un ángel.

Agaché la cabeza.

Aquella noche vi a IVI vestida con ropa deportiva blanca y zapatos tenis también blancos, percibí su rostro fresco como si acabara de bañarse y su suave olor a perfume... de... ¿flores?

- ¡Dios mío!

Le di las gracias al conserje y me retiré.

Estaba profundamente conmovido. Recordé lo que me dijo: “Alguien a quien yo quiero mucho me regaló una cajita con tarjetas valiosas. Te la presto. Luego me la devuelves.”

No pude haberlo soñado –razoné-, porque tengo la caja de madera, ¡aquí! Pero si ella no vive en la escuela ¿dónde voy a encontrarla par devolvérsela?

Caminé por la calle. Ahora comprendía por qué cada vez que sacaba una tarjeta de su interior hallaba un mensaje adecuado para el momento que estaba viviendo. A mi madre le pasó lo mismo. ¿Podían existir ese tipo de milagros? ¿Qué Dios se comunicara con los hombres a través de ángeles y de... notas? Quise probar. Con movimientos desordenados saqué una tarjeta de la caja. Decía:

Un campeón enfrenta los retos, aunque sienta temor, se mantiene tranquilo durante los momentos difíciles, ve lo positivo, confía en él mismo, está siempre contento, ayuda a otras personas, es servicial y procura convertirse en un elemento de amor.

La guardé.

Corrí de regreso a casa. Necesitaba analizar con tranquilidad esa cajita de madera; abrirla y leer despacio cada uno de los mensajes que había en su interior.

Estaba empezando a oscurecer cuando doblé la última esquina para llegar a mi casa.

Me detuve asustado. Frente a nuestra puerta había dos coches viejos. ¿Teníamos visitas?

¡No!

Un señor se había subido a la barda y miraba para adentro de mi casa, mientras otro lo sostenía por las piernas. Dos más vigilaban alrededor. Eran ladrones.


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